Cuando la bella Nikita aprovechó el tiempo y su deseo innato de sexo como buena ninfomana, y se abalanzó sobre el desconocido Alberto, que sorprendido veía como la dulce mano de Nikita tocaba su polla con desespero. Pronto Alberto perdió el control y empezó a desnudarla con fuerza, arracandole la ropa desesperado por comerse cualquier parte de su rico cuerpo, por verle esas inmensas tetas y por sentir su húmedo coño entre sus manos.
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